Barcelona depende de un milagro luego de empatar 3-3 con el Inter de Milán

Los dos goles del recién llegado Lewandowski solo sirvieron para empatar un partido que se daba por perdido por la cadena de errores defensivos iniciada por un ilustre veterano como Piqué. El central se equivocó cuando el partido parecía que podía girar a favor del Barcelona y el Inter encontró el camino para acariciar su clasificación para los octavos de final de la vieja Copa de Europa.

Atacar, bien o mal, no sirve de nada cuando no hay quien ponga a salvo el área propia, sobre todo en un torneo que penaliza los fallos, una golosina para equipos maduros como el Inter. No salen los azulgrana del agujero, siempre están en el mismo sitio, igual de impotentes y cada vez más frustrados, como si no supieran jugar la Champions, al borde ya por segundo año seguido de la Liga Europa.

A falta de victorias, los azulgrana no paran de inventar formas de perder, la última especialmente cruel porque hubo un momento en que se contaba con la victoria por un gol de Dembélé. Una falsa ilusión ya que el equipo se rompió de mala manera después del 1-1 y se entregó a un intercambio de goles que le dejó a mitad de camino como en Múnich y en Milán.

Aunque el resultado puede parecer digno, el Barça nunca pareció un equipo de la Champions. A los azulgranas, inmaduros e inconsistentes, siempre les pasa alguna cosa en los partidos de Europa.

Aunque la mayor preocupación de la hinchada era táctica, sobre todo por el desordenado partido contra el Celta, día en que costó adivinar de qué jugaba cada futbolista, Xavi advirtió de que la cita frente el Inter se tenía que gestionar desde la valentía del equipo y el ardor del Camp Nou. La propuesta significó la alineación de Sergi Roberto en su puesto natural de tercer centrocampista junto a Pedri y Gavi. La respuesta de Inzaghi fue todavía más atrevida, o al menos su formación tenía más arrojo que la anunciada en Milán. No jugaba un delantero -Lautaro- sino dos -Dzeko- y además formaba Dumfries, un carrilero profundo y amenazador para Marcos Alonso. El guion anunciaba una partida de palabras mayores en el Camp Nou.

El Inter no se dejaba intimidar y el despliegue del Barça era tan generoso en ataque como en defensa, un plan tan ordenado como estéril, siempre jaleado en cualquier caso por un atronador Camp Nou. Nunca fue fácil generar situaciones de superioridad ante un equipo tan bien armado como el Inter. Los ataques azulgrana acababan en un saque de esquina -Mkhitaryan sacó bajo la portería un balón cabeceado por Lewandowski- o un disparo de media distancia mientras que las rápidas y dañinas transiciones del Inter exigían una respuesta inequívoca de Ter Stegen. Y cuando el portero no llegó al balón, tuvo la ayuda del larguero en un escorzo de Dzeko después de una falta lateral botada por Calhanoglu.

El partido se convirtió en un thriller por su tensión psicológica hasta que Lewandowski se soltó de la marca de los centrales, Pedri encontró espacio para maniobrar y compareció Raphinha. El brasileño porfió hasta ganar un balón dividido a Dimarco, tocó para la entrada de Sergi Roberto, tan rupturista en su movimiento como preciso en su centro, y Dembélé apareció desbocado para embocar ante Onana. Un golazo después de unos momentos de euforia ofensiva por un remate que no encontró portería de Raphinha y una llegada de Pedri, al que le faltó aire y campo para superar a meta del Inter. La presión barcelonista en cancha ajena después de un rato de mucha paciencia acabó por destapar al Inter. El descanso no pareció atemperar la fiebre del Barça hasta que Piqué se equivocó en las dos áreas y propició el 1-1.

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