Una llamada realizada la tarde del lunes alertó a las autoridades de San Antonio de la presencia de un cadáver en la parte trasera de un camión en un camino desolado del sur de la ciudad. Así fue como un agente, identificado por la autoridad como «52», realizó el hallazgo de «pilas de cuerpos» tras las puertas del transporte que se encontraban entreabiertas.
A la distancia, un empleado escuchó los gritos de desesperación. Eran minutos antes de las 18:00 horas del lunes cuando el hombre salió por la parte trasera del amplísimo traspatio de una empresa de refacciones de autos sin imaginar el terrible hallazgo que estaba por descubrir y que, en el sur de San Antonio, parece repetirse una y otra vez.
En la desolada y estrecha vía, de nombre Quintana Road, que corre paralela a las vías del ferrocarril y a la famosa carretera interestatal 35, halló estacionado un moderno camión rojo cargado con un remolque blanco, el cual contaba con sistema de refrigeración. Los clamores volvieron a escucharse, esta vez fue claro, provenían del interior.
El hombre recorrió todo lo largo del vehículo. Al llegar al final, halló lo que seguramente deseaba no encontrar: un cuerpo sin vida.
En ese momento, tomó su teléfono, marcó al 911, reportó la presencia del cadáver detrás del camión y el avistamiento del que parecía el conductor del transporte que, en ese momento, huía en una carrera sobre las vías del tren en dirección al sur.
Un macabro hallazgo
La operadora envió la ayuda requerida. Al camino solitario, cuyos acotamientos sirven de depósito clandestino de basura, según se puede ver en imágenes callejeras de archivo, arribó el “agente 52” del Departamento de Bomberos.
El funcionario recorrió el camión y halló el cuerpo sin vida reportado. Lo que no imaginó hallar, a pesar de ya haber ocurrido desgracias similares en el pasado en la misma zona de la ciudad, fueron otros tantos cadáveres regados sobre el piso.
El agente 52 miró las puertas entreabiertas del transporte. Ahí dentro identificó “pilas de cuerpos” sin vida.
Sobre los restos de los fallecidos brotaron los dueños de las voces que imploraban ayuda: se trataba de 16 personas -entre ellos cuatro niños- todos migrantes.
Exhaustos y deshidratados, los sobrevivientes del que parecía un entierro prematuro bajaron del transporte. Ahí dentro habían sufrido el golpe del calor que, durante el día había llegado a los 99 grados F (37 grados centígrados).