Una cena aderezada con licor dentro de la sacristía de una iglesia. Una mujer golpeada en un confuso incidente. Una turba que asedia e insulta, y un sacerdote que, machete en mano, desde el atrio reta a la turba que lo amenaza.
Esa es la escena original de una historia que desde principios del este mes mantiene atenta a Nicaragua con todos los ribetes de una telenovela: intrigas, acusaciones, villanos y sorpresas; y que el régimen de Daniel Ortega ha usado para poner al primer sacerdote en la cárcel, una línea que hasta ahora no se había atrevido a cruzar.
“El padre Manuel García es el primer sacerdote preso político”, afirma el diácono Marcos Herrera quien se encuentra en España, adonde se exilió debido al asedio que la dictadura nicaragüense mantiene contra la iglesia Católica. “Él está preso por denunciar las injusticias que comete el régimen criminal contra nuestro pueblo”.
Según un recuento de la investigadora Martha Molina, en el informe titulado “Nicaragua: una iglesia perseguida”, de 2018 hasta el 22 de mayo de 2022 se habían registrado al menos 190 agresiones a la iglesia católica de Nicaragua, entre las que se cuentan agresiones físicas a sacerdotes, profanaciones a templos e imágenes religiosas, asedio, amenazas de muerte, persecución e insultos, ataques armados y quemas.
Desde mediados de mayo pasado, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo recrudeció la persecución contra la iglesia católica a quien ha responsabilizado de las protestas ciudadanas en 2018 contra su régimen, que las califica de “golpe de estado” y “terrorismo”.
El caso de García sería el primero de un sacerdote en la cárcel.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Oacnudh) consideró en un tuit que “el asedio de la policía a los sacerdotes de la iglesia católica reconfirma que en #Nicaragua ya nadie se libra de la persecución incesante a la divergencia, a la demanda de justicia y, ahora, a la labor pastoral. La libertad de religión se suma a los #DDHH coartados”.
El sacerdote Manuel García, 57 años, es un reconocido crítico del régimen de Ortega y párroco de la iglesia Jesús de Nazareno, de Nandaime, un pequeño municipio ubicado a 56 kilómetros al sureste de Managua. El 30 de mayo pasado recibió la visita de la señora Martha Candelaria Rivas Hernández, 44 años, quien, posteriormente, en declaraciones a medios oficialistas, dijo ser “amiga íntima” del sacerdote desde 2019.
“Entramos, comimos algo ahí y tomamos algo de licor”, afirmó en el video de la entrevista que circuló profusamente por redes sociales, y en el que aparece con los pómulos morados. “Tuve el atrevimiento que le cogí el celular y le miré un chat y lo malinterpreté. Le eché eso en cara a él y me dijo que qué barbaridad el atrevimiento porque los celulares son privados”.
El golpe en la cara se produce cuando la señora va saliendo de la iglesia con dos hijos, de 15 y 11 años, que la acompañaban. “Como iba detrás y estaba algo oscuro, él dice: ideay, a eso venís a visitarme, a reclamarme, en eso hizo así (levanta la mano) y fue cuando me dio con la mano izquierda donde llevaba el candado y fue cuando me reventó ahí”, dijo señalando el pómulo derecho.
Ese golpe desataría una escabrosa historia de intrigas que llevaría al sacerdote y a la víctima a la cárcel en los siguientes días.
lertados por la hija mayor que acompañaba a la mujer, un grupo de sujetos que se encontraba en las cercanías llega a las afueras de la Iglesia a reclamar al sacerdote. En un video grabado y difundido por uno de ellos se ve cómo gritan, insultan y amenazan con apedrear al sacerdote. “¡Asesino!”, le gritan. El religioso, visiblemente ofuscado, los reta con un machete. “¡Entren pues! ¡Drogadictos!”, les grita desde adentro.
Tras el incidente se activó el aparato oficial y oficialista. La Policía interrogó a la mujer, y los medios de comunicación afines al régimen le realizaron una entrevista colectiva, que luego fue difundida por redes sociales. El sacerdote fue detenido y acusado el 7 de junio pasado ante el Juzgado Distrito Penal de Adolescentes de Granada por violencia física y psicológica contra Martha Candelaria Rivas Hernández.
Sin embargo,sorpresivamente, Rivas Hernández se negó a acusar al sacerdote y en la audiencia de adelanto de pruebas realizada el pasado 17 de junio insistió que todo fue un accidente. Dijo no sentirse agredida por el sacerdote y que se negó a firmar la denuncia que la Policía le pedía que firmara en contra del cura, porque el golpe en la nariz que recibió “fue accidental”.