Hace casi veinte años que la misma pregunta surge en cada uno de los cumpleaños del dueño de la voz más áspera e inconfundible del rock: ¿Todavía pensamos que es sexy, como decía una de sus más célebres canciones, que compuso cuando apenas pasaba los 30?
Rod Stewart pasó otra vez la prueba -y con creces- el mes pasado, cuando subió a tiktok y después a Instagram un video en el que se lo ve con su mujer, la modelo Penny Lancaster, bailando la coreografía de aquel famoso tema que se hizo viral entre chicos que ni siquiera saben quién es.

Frente al árbol de Navidad de su mansión de Essex, en Inglaterra, y con traje de lentejuelas negro, el ídolo con más de 250 millones de discos vendidos se mueve y brinca como si el tiempo no hubiera pasado para él. “Gracias por mostrarnos cómo se hace”, posteó y superó los 450k likes, queya tiene cerca de siete millones de vistas.
No más preguntas: a los 77, Sir Rod sigue dando cátedra con el estilo que lo convirtió en Caballero de la Orden del Imperio Británico, hace apenas siete años. Por entonces, el príncipe William, encargado de condecorarlo, le dijo: “Es genial que todavía estés tan activo y cantando”. “No me queda otra -contestó el rockstar-: ¡Tengo ocho hijos!”.

Nacido el 10 de enero de 1945 en Highgate, al norte de Londres, Roderick David Stewart fue el menor y el único entre sus cuatro hermanos que no llegó al mundo en Escocia. La guerra iba a terminar ocho meses más tarde, y Rod fue hijo de esa esperanza. Recuerda su infancia como “increíblemente feliz”. Su padre, Robert, entrenador de fútbol, no tardó en notar el talento de su hijo; no para la música -faltaba para eso-, sino como defensor y delantero. Fue un pésimo alumno en el colegio -abandonó a los 15 años-, pero su habilidad en la cancha lo convirtió en el capitán del equipo de su secundaria.
Pero en la casa de Rod, la música siempre había estado presente. Fanático de las baladas románticas de Al Jonson -el artista mejor pago de su época, hoy cuestionado como el “rey del blackface”-, fue Robert quien le regaló su primera guitarra. No sabía que lo estaba alejando de su sueño de verlo jugar en primera. A mediados de 1960, lo ficharon para el Brentford F.C.; hay pocos registros de eso, ya que renunció a las pocas semanas, para decepción de su padre. “Tenía la facilidad, pero no el entusiasmo”, explica en sus memorias, Rod Stewart: “Autobiografía”, publicada en 2012. En el libro también dice sobre sus opciones de carrera: “La vida de un músico es mucho más fácil que la de un futbolista: puedo emborracharme y cantar, pero no puedo hacerlo y jugar a la pelota. Me definí por la música, pero sólo hay dos cosas que realmente puedo hacer: cantar y jugar al fútbol”.
Un año después, en el ‘61, audicionó por primera vez junto a los Raiders con Joe Meek, el productor del momento: fue un fracaso. Famoso por haberle dicho a Brian Epstein que no se molestara en hacerle un contrato a los Beatles, Meek sí firmó con los Raiders, pero con una condición: que se deshicieran de Stewart y de su voz rasposa. No sabía, ni pudo intuir que ese sería precisamente el rasgo distintivo del cantante.
“Rod”, como sabemos, no se dio por vencido, estaba entrenado para patear al arco cuantas veces fuera necesario. De los Raiders, en cambio, poco queda más que el recuerdo de esa anécdota. En plena era de las ideas, se unió a los beatniks y se fue a vivir en comunidad a una casa barco en Sussex. Se convirtió entonces en un activo defensor del desarme nuclear, fue detenido tres veces por participar de marchas y sentadas por la paz. Alguna vez dijo que aquellas marchas eran el mejor lugar para conocer chicas, y así fue como conoció a su primera novia formal, la estudiante de arte Suzannah Boffey.
Boffey quedó embarazada en 1963, cuando ambos tenían 18 años, y las familias de los dos los convencieron de que eran demasiado chicos para hacerse cargo de un hijo. Sarah nació el 6 de noviembre de ese año y fue dada en adopción; después de ese acontecimiento, Rod y Suzannah se separaron.
Por entonces, el astro tocaba la armónica en las calles del Swinging London junto a su amigo, el músico de folk Wizz Jones, y decidieron hacer lo mismo en otras ciudades. Viajaron primero a París y después a Barcelona. Dormían debajo de los puentes hasta que fueron deportados de España por “vagancia”.
A su regreso, Rod adoptó el estilo Mod que todavía caracteriza su look: los trajes de sastrería impecable y el pelo peinado en puntas, como la cresta de un gallo, a fuerza de frotarlo con mayonesa o agua con azúcar. También se dejó influenciar por las inclinaciones musicales de esa tribu urbana que entonces se enfrentaba a los roqueros sobre sus scooters italianos intervenidos con luces y colores: se fascinó con el jazz moderno -que dio nombre al movimiento, Mod es un apócope de modernists-, el soul y el rythm and blues. Así se sumó con la armónica -y como eventual vocalista- a los Dimensions, que solían tocar en el mítico Studio 51, donde reinaban los Rolling Stones. La banda se disolvió, pero fue una escuela: Stewart dice que aprendió a ser artista mirando a Mick Jagger en escena.